El populismo es el auténtico cancer de la democracia. Reflexiones sobre un artículo de Enrique Dans

Política

Por Luis Domenech

Desde que Donald Trump alcanzó el poder y lo ejerce desde el Despacho Oval de la Casa Blanca, hemos podido ver cómo una de las economías más avanzadas del planeta, con algunas de las mejores universidades y centros de investigación del mundo, es secuestrada por los republicanos y cae presa de una alucinación colectiva de los ciudadanos que militan en este partido político, que arrastra al país  décadas atrás en materia de salud pública, políticas ambientales, ciencia, tecnología, o producción de energía afectando a su vez a las políticas del resto del mundo que se ven arrastradas por este fenómeno.

Cuenta Dans como el pasado 4 de Julio, día de fiesta nacional en el país, "una devastadora tormenta causó enormes daños por inundaciones en las que murieron al menos cien personas, muchas de ellas niños, y que sorprendieron incluso a las autoridades locales por su violencia y rapidez. Lo verdaderamente importante en este caso, no es solo la tragedia climática en sí, sino el contexto en el que ocurre: un país donde el presidente, Donald Trump, ha propuesto literalmente eliminar todo el presupuesto federal para la investigación climática y meteorológica el próximo año. Cero dólares. Ninguno. Además de ser un completo imbécil acientífico, se cree que haciendo la del avestruz y enterrando la cabeza en la arena para no ver el problema, este va a desaparecer". Esto no es así, y bien lo saben los miles de tejanos que perdieron a seres queridos y vieron como las aguas se tragaban su futuro.

Pero para los republicanos adeptos al MAGA y del DOGA, este desmantelamiento del conocimiento científico no es casual ni anecdótico, va acompañado del cierre de estaciones meteorológicas, de la cancelación de puestos clave en el Servicio Meteorológico Nacional, incluso en zonas vulnerables como la propia Kerr County, y del vaciamiento sistemático de organismos como la NOAA, el pilar estadounidense de la predicción climática y oceánica. Un ataque directo a la ciencia, a la información y, en última instancia, a la seguridad ciudadana.

Pero el retroceso no se limita al clima, pues otras áreas clave para el bienestar de los norteamericanos se ven afectadas por las políticas trumpistas. Por ejemplo: en el ámbito de la salud pública, el panorama es igual de preocupante. El presupuesto de la FDA se redujo en casi medio billón de dólares y el de los CDC pasaría de más de 9.000 millones a aproximadamente 5.000 millones de dólares, eliminando programas esenciales y transfiriendo responsabilidades a los estados. Esto limita la capacidad de respuesta ante brotes de enfermedades, control de epidemias y acceso a tratamientos innovadores.

Por ello, Estados Unidos atraviesa su peor año en décadas en cuanto a casos de sarampión, con brotes que superan ya los quinientos casos en Texas, y crecen también en Kansas y otros estados. El culpable: un discurso antivacunas que ha pasado de los márgenes del delirio conspiranoico al centro de la política pública, impulsado ahora por figuras como Robert F. Kennedy Jr., cuyo departamento de salud ha llegado al punto de cancelar sus suscripciones a publicaciones científicas como Nature, calificándolas de «ciencia basura», cuando es evidente que la única basura de verdad que hay aquí es la que tiene esa gentuza entre las orejas, responsable de forzar recortes que han provocado la cancelación abrupta de más de 12.000 millones de dólares en subvenciones federales a los estados, afectando de inmediato la respuesta a brotes como el de sarampión y forzando la interrupción de trabajos financiados por subvenciones federales. Además, la suspensión o reducción de fondos a programas internacionales, como el Plan de Emergencia del Presidente para el Alivio del Sida (PEPFAR), ha generado interrupciones inmediatas en el tratamiento y prevención del VIH y la tuberculosis en decenas de países, lo que podría revertir años de avances y aumentar significativamente la mortalidad por estas enfermedades.

La misma administración de Kennedy Jr. también promueve la prohibición de suplementos de flúor en el agua y para niños, una decisión basada en una desinformación pseudocientífica radical. Medidas como esta forman parte de una tendencia más amplia de ataque sistemático a la ciencia y a las políticas basadas en evidencias, un regreso preocupante a la más absoluta ignorancia institucionalizada. Todos estos recortes afectan de manera desproporcionada a las comunidades más vulnerables, incluyendo personas con acceso limitado a la atención médica, migrantes, refugiados y minorías.

Los recortes presupuestarios implementados por la administración Trump han generado una transformación radical en la política ambiental estadounidense, con efectos que trascienden las fronteras nacionales y afectan directamente la cooperación internacional en materia de cambio climático y protección ambiental. Trump ha aprovechado sus primeros cien días para revertir decenas de políticas de protección: ha anulado normas contra la contaminación, ha incentivado el uso de vehículos contaminantes frente a los eléctricos, ha debilitado las protecciones de parques nacionales y ha eliminado requisitos de eficiencia energética en electrodomésticos.

Lo verdaderamente desconcertante, dice Dans, "no es tanto que un gobierno pueda proponer medidas tan destructivas – al fin y al cabo, los populismos autoritarios han existido siempre – sino que millones de personas lo sigan defendiendo ciegamente. Que en pleno siglo XXI y con toda la información disponible en la palma de la mano, una parte muy significativa de la población estadounidense rechace la ciencia, abrace el negacionismo climático, rechace las vacunas y vote activamente por destruir las instituciones que sustentan su calidad de vida".

La retirada de los EE UU del Acuerdo de París, la eliminación del 83% de los programas de  USAID, afectando aproximadamente $3 mil millones en proyectos climáticos, la cancelación de $4 mil millones en compromisos estadounidenses del Fondo Verde para el Clima, la no aportación de los $11 mil millones anuales que Estados Unidos proporcionaba y que representan más del 8% del financiamiento climático global, o que los Estados Unidos se hayan retirado del Fondo de Pérdidas y Daños por el Cambio Climático, eliminando su compromiso de $17.5 millones destinado a compensar a países pobres afectados por el cambio climático, todos ellos, son solo algunos de los ejemplos de esta criminal retirada de la Administración Trump.

¿Cómo explicar esta regresión? ¿Cómo entender que un país que inventó internet, que lideró la carrera espacial y que desarrolló las vacunas de ARN mensajero esté ahora caminando hacia una distopía autoinfligida donde el conocimiento se censura y la ignorancia se institucionaliza?, se pregunta Dans.

Su respuesta es que "lo más probable es que estemos ante un fenómeno de extremo tribalismo, de polarización alimentada por algoritmos, cámaras de eco mediáticas y desinformación sistemática. Pero también hay un componente emocional más profundo: el rechazo al cambio, al progreso, al mundo moderno, disfrazado de «libertad». Una libertad entendida no como emancipación racional, sino como una auténtica «resistencia infantil» a cualquier cosa que obligue a replantearse el propio estilo de vida".

Y añade: "El problema, por supuesto, es que las consecuencias son completamente reales y tangibles: más enfermedades, más muertos, más desastres climáticos, menos competitividad económica. Un país que, en lugar de liderar el futuro, decide retroceder hacia un pasado imaginario donde todo era supuestamente «mejor» simplemente porque nadie lo cuestionaba, guiados por un auténtico ignorante, un mentecato con complejos de grandeza que no sabe hacer la «O» con un canuto".

Dans nos recuerda finalmente lo el climatólogo Daniel Schrag, de la Universidad de Harvard, afirmaba: «Es una locura que un gobierno imponga su ideología a la ciencia básica», añadiendo que efectivamente, lo es. Pero es exactamente lo que está ocurriendo. El populismo es el auténtico cáncer de la democracia, y no parece ni que vaya a detenerse pronto, ni mucho menos que otros países vayan a aprender de la experiencia de ver lo que obviamente pasa cuando votas y pones al mando a determinados imbéciles.

Visto lo visto, si nos hacemos la pregunta de que países prosperan, cuales permanecen estancados, y cuales están en profunda regresión, si eligiéramos a un país que representara a cada una de estas categorías, yo diría que países como China, India, Turquía, los emiratos del Medio Oriente, son países que prosperan, y son países gobernados por autócratas, y con políticas estables y con planes de desarrollo largo plazo, que tienen claros objetivos de crecimiento, lo que les permite un desarrollo constante. 

Estancados están los países de la Unión Europea, Canadá, Australia, Japón, y son países democráticos, pero que no tienen una planificación unificada de su desarrollo en muchos niveles: producción militar, política única de defensa, planes de desarrollo unificados con objetivos unificados, lo que hace que los esfuerzos y los recursos de estén utilizando de forma dispersa, y muchas veces compitiendo entre si, en vez de avanzar conjuntamente conforme a un determinado plan.

Y por último, en decadente regresión están países como los EE UU desde que cogió las riendas del Gobierno Donald Trump por un lado, y por el otro países como Israel, Siria, Líbano, Palestina, Ucrania, Irak, Afganistán, Azerbaiyán, Rusia, y otros. Todos estos países -excepto EE UU, están en guerra, o han sufrido conflictos armados en este siglo. 

Lo de los EE UU tiene otra explicación, y es el haber entregado el Gobierno del país mas poderosos del mundo al mas populista de los gobernantes, y al de menor capacidad para gobernar pues solo sabe utilizar el "Ordeno y mando" de sus decretos ejecutivos llenos de simples ocurrencias y caprichos, pues honestamente creo que le falta un hervor, que simplemente está loco de atar, y que Gobierna un país en el que no existe un contra-poder que lo inhabilite y le retire la potestad por su incapacidad.


 



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