Colombia-EEUU: una relación estratégica para recupera
Latinoamérica
Las elecciones en Colombia previstas para 2026 y un cambio de administración presentan una oportunidad para recuperar la relación estratégica con Washington, que parta de un amplio consenso y aceptación interna en el país.
En el 2026, Colombia enfrentará unas de las elecciones más decisivas para su futuro. Está en juego su democracia e institucionalidad, estabilidad y prosperidad, así como su relacionamiento internacional. Esta coyuntura exigirá que la sociedad reflexione de forma serena y profunda sobre qué país se quiere no so lo para los siguientes años, sino también para las próximas generaciones. Se debe superar el populismo y los cantos de sirena que solo traen miseria.
La dimensión del reto que enfrentamos es inconmensurable, lo cual exige un gran sentido de unidad nacional y patriotismo. Sus líderes deben dejar a un lado las vanidades, los egos y los rencores. No tiene sentido que arrastren las malquerencias del pasado y pretendan trasladarlas al presente e imponerlas al destino de sus hijos y nietos. Ese no es el camino. No es justo ni sensato. Llegó el momento de sanar el espíritu, así como desarmar la palabra y dejar a un lado las trifulcas.
En un contexto de cambio de época, llegó el tiempo de los liderazgos renovados. Tal como lo afirmamos en nuestro libro “América Latina en el mundo: 21 ideas para la reflexión y acción” (Planeta, 2024), tenemos el imperativo de construir visiones de largo plazo, pensar en grande, actuar de forma pragmática y construir amplios consensos sobre los cambios estructurales que se requieren para asegurar un futuro próspero e incluyente.
En esta misma dirección, es necesario corregir el rumbo de la política exterior colombiana que se encuentra en uno de sus puntos más bajos de las últimas décadas. No deja de sorprender la falta de dirección en la Cancillería; una Comisión Asesora inexistente; las ausencias e invisibilidad del jefe de la cartera en momentos críticos que exigen firmeza y una voz activa; las intromisiones de otros ministros y sus decisiones improvisadas; los escándalos y las investigaciones de los entes de control; las contradicciones e inconsistencias; la politiquería, el debilitamiento del servicio exterior y los nombramientos sin cumplir con los perfiles profesionales.
El interés y la seguridad nacional se han comprometido. El daño al país ha sido enorme por falta de liderazgo, visión y rigor. Se perdió el sentido de la realidad ante la falta de diálogo de alto nivel político, el trabajo con el sector empresarial y académico, y los ataques a una carrera diplomática –que respetamos profundamente y tomó mucho tiempo profesionalizar– hoy desmoralizada y atónita.
Una política exterior para el desarrollo
En el 2026-2030 se tiene el reto de lograr la reingeniería de la política internacional, para recuperar nuestra voz, presencia, prestigio y capacidad de influencia. Se requiere una política exterior para el desarrollo que esté al servicio del país y de cada uno de sus ciudadanos.
Esta debe cumplir con el objetivo de salvaguardar los intereses nacionales y la soberanía; fortalecer la presencia territorial y la seguridad; asegurar el bienestar material y la prosperidad; y promover el desarrollo humano y la identidad cultural.
Esta estrategia debe ser ejecutada con base en principios rectores como la autonomía estratégica, el Respice Omnia (mirar al universo, mirar al conjunto), la defensa de los principios democráticos, el respeto por el derecho internacional, el multilateralismo renovado, la buena vecindad y el desarrollo fronterizo, y la promoción del consenso interno.
El país tiene la obligación de adoptar una orientación que parta de lo regional y se proyecte hacia las Américas y el mundo, a través de la construcción de alianzas con los principales actores del orden internacional –gubernamentales y no gubernamentales– y sobre la base de agendas temáticas que aborden los principales retos, al tiempo que brinden nuevas oportunidades para el país.
Este trabajo exige una articulación y trabajo estrecho con el sector productivo, así como con la academia y la sociedad civil.
Reconstruir la relación estratégica con Estados Unidos
La crisis de la política exterior se refleja en el estado de las relaciones con quienes han sido nuestros principales aliados.
El gobierno del presidente Petro ha debilitado la alianza estratégica con Washington. Ello obedece a su visión ideológica de cambiar el eje de las relaciones internacionales del país y orientarlas hacia otras latitudes, como ha quedado en evidencia en sus declaraciones y posiciones en materia de lucha contra el crimen organizado, cooperación judicial, comercio, migraciones, desarrollo, finanzas internacionales, paz, entre otros.
Asimismo, sus acciones diplomáticas han priorizado el rompimiento arbitrario de relaciones con unos y el fortalecimiento con otros. En efecto, se ha privilegiado al régimen narco-autoritario de Maduro en Venezuela, materializado en la inconsulta “Zona de Paz, Unión y Desarrollo” colombo – venezolana, epicentro y corredor para las drogas y minería ilegales y el crimen organizado. Se ha construido una amistad fraterna con un régimen que hoy es una amenaza para la paz y la seguridad regionales también por sus vínculos con el terrorismo internacional. ¿Acaso el gobierno nacional no está observando las dinámicas hemisféricas y los movimientos de la geopolítica en la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado en el Mar Caribe? Desde el otro lado del Atlántico, las palabras del escritor José Saramago resuenan con firmeza al recordarle a algunos que “No creo que nos hayamos quedado ciegos, creo que somos ciegos, ciegos pero viendo, ciegos que pueden ver, pero no ven.”
El cambio de administración en Colombia, en agosto de 2026, será una oportunidad para la reconstrucción de la relación estratégica con Washington, que parta de un amplio consenso y aceptación interna en el país y preserve el carácter bipartidista en los Estados Unidos.
Esta ha sido una relación histórica de más de 200 años que ha girado en torno al diálogo, la cooperación y el respeto mutuo. El país del norte es nuestro principal socio comercial, de inversiones y turismo, así como un actor clave en temas centrales de la agenda global.
Durante los próximos 12 meses es muy importante su apoyo continuo y constructivo para la defensa de nuestra institucionalidad y separación de poderes, así como los ojos vigilantes en las elecciones para salvaguardar su integridad y la de los candidatos. La democracia y la libertad de Colombia son la democracia y la libertad de América Latina.
Hacia una nueva agenda de trabajo Colombia-Estados Unidos (2026-2030)
Desde el Consejo Colombiano de Relaciones Internacionales (CORI) se ha realizado un ejercicio riguroso de reflexión sobre el futuro de las relaciones con Estados Unidos, que toma en consideración las dinámicas nacionales, regionales y globales, para la promoción de nuestro desarrollo y seguridad.
A partir de estos tres niveles de análisis se ha construido una propuesta de trabajo que se pone a disposición, con el fin de ser incorporada en las agendas programáticas de los candidatos presidenciales y también de universidades, centros académicos y gremios, para cumplir con un objetivo: Colombia debe recuperar su rol como aliado de Estados Unidos en la región andina y América del Sur, punta de lanza para acciones regionales y hemisféricas constructivas.
Consideramos que este ejercicio debe partir de la identificación de los siguientes ejes de cooperación conjunta: (i) lucha contra el narcotráfico y el crimen transnacional; (ii) cooperación y asistencia militar, policial y judicial; (iii) cooperación contra la migración ilegal; y (iv) promoción del comercio, las inversiones y el turismo.
Estas tareas van a requerir que Colombia haga en primer lugar su tarea en casa, cuyos esfuerzos deben ser completados con el apoyo internacional. Debemos ser muy conscientes que el nuevo contexto mundial y la distribución de fuerzas exigirán que nuestro país deje a un lado paternalismos del pasado y actúe con sus propias herramientas y recursos. Lo que no haga Colombia, nadie lo hará por nosotros. Asimismo, nuestra visión del mundo no podrá ser monocromática, sino todo lo contrario. Debe contemplar diferentes prismas de colores para una inserción efectiva y defensa de nuestros intereses, comercio e inversiones. El multilateralismo renovado será nuestra mejor herramienta.
Esta agenda elaborada por el CORI contiene, al menos, los siguientes diez puntos que se describen a continuación:
- Lanzamiento del Plan Colombia 2.0 para combatir el crimen transnacional, fortalecer las instituciones democráticas y justicia, y promover el desarrollo social. La versión 2.0 partiría de la exitosa experiencia del Plan Colombia liderado por los presidentes Pastrana y Clinton y apoyado por republicanos y demócratas en el Congreso de EEUU y por los gobiernos posteriores allá y aquí. Respondería a la nueva realidad nacional, hemisférica e internacional. Se retomarían iniciativas exitosas y se adaptarían a los nuevos tiempos para contrarrestar nuevas y viejas amenazas. Todo ello con el fin de salvaguardar la democracia en Colombia y reforzar las estrategias contra las drogas en los dos países. Paz y seguridad irían de la mano. En tal sentido, es muy importante darle continuidad a la implementación del Acuerdo de Paz de 2016, así como a la misión de verificación de Naciones Unidas. Esta iniciativa requerirá que Colombia sea el principal aportante de recursos de su presupuesto nacional. Tendremos que actuar en el plano fiscal de forma responsable y creativa. A su vez, el apoyo político, la cooperación e inteligencia de Estados Unidos serán vitales.
- Se propone estudiar la creación de una instancia operativa interamericana contra el crimen organizado transnacional en todas sus dimensiones (v.gr. Cartel de los Soles, Tren de Aragua, Clan del Golfo, aliados y determinadores políticos del crimen), cuya sede podría ser Colombia.
- De forma complementaria, se propone robustecer y agilizar la cooperación judicial bilateral y hemisférica, en el marco del respeto por las instituciones que la aplican, por los jueces y sus decisiones, para la judicialización de criminales y lucha contra el lavado de activos y financiación del terrorismo y recuperación de activos.
- Colombia debe trabajar de la mano con Estados Unidos en el tema de migración, en el marco de los principios y las normas del derecho internacional, las convenciones, acuerdos y protocolos bilaterales. Más cooperación será decisiva.
- En el marco del TLC entre Colombia y Estados Unidos, y con el fin de normalizar mediante una negociación las relaciones comerciales hoy superavitarias para EEUU, se podrían identificar productos críticos que el mercado americano requiera y que Colombia tenga la capacidad de exportar. Se aplicaría el principio de “friendshoring”.
- Colombia es un destino privilegiado de inversión extranjera directa de los EEUU, especialmente bajo esquemas de relocalización de cadenas de producción y suministro de bienes y servicios (“nearshoring”). La región Caribe (en ciudades como Barranquilla, Cartagena, Santa Marta y el Urabá) se podría convertir en una plataforma logística y productiva para el mercado estadounidense. Manufacturas, microprocesadores y microcomponentes están llamados a jugar un rol clave en esta nueva etapa. A su vez, se podría explorar una nueva agenda que potencie la capacidad energética (“energyshoring”) y la producción de minerales críticos (“mininshoring”) en Colombia.
- La participación de EEUU en los grandes proyectos de infraestructura y transformación productiva del país será clave, con el acompañamiento de la banca multilateral.
- Se deben revisar los mecanismos institucionales de carácter bilateral para su fortalecimiento y reactivación. Relanzar y dinamizar las Reuniones de Alto Nivel: hace falta más diálogo, cooperación y concertación.
- En un esfuerzo colectivo, es necesario repensar y actualizar la Organización de Estados Americanos (OEA), desde el punto de vista de su misión, estructura, instrumentos y herramientas de trabajo, y liderazgo.
- Colombia y Estados Unidos, en coordinación con Naciones Unidas, la
OEA y otros países de la región, podrían lanzar una iniciativa ambiciosa
para la reconstrucción y recuperación de la seguridad en Haití, con participación de toda la comunidad hemisférica y con una secretaría técnica a cargo del BID.
Comentarios finales
El ejercicio de construir nuestro futuro debe ser incluyente y debe contar con las mejores ideas y mentes brillantes.
Los temas de política internacional están llamados a estar en el centro del debate, tomando en consideración la creciente interconexión entre los asuntos domésticos y externos (“intermesticos”). Al respecto, el ex primer ministro inglés Tony Blair en su más reciente libro “Liderazgo” nos recuerda cómo en el mundo de hoy –caracterizado por los nacionalismos, la fragmentación y la polarización– la política exterior está afectando crecientemente la política interna de los países, incluso cuando las aguas de la geopolítica están en calma. “En los últimos tiempos, la conducción de la política exterior ha pasado de ser un tema de importancia secundaria o incluso terciaria en la política interna, a tener el potencial de convertirse en un tema de primera importancia.”
Nuestra política exterior deberá ser clara, consistente y basada en principios rectores. Consenso interno, estrategia y pragmatismo deberán marcar la pauta en el corto, mediano y largo plazo. Ello exigirá que los liderazgos renovados, en este campo, tengan el conocimiento y la experiencia adecuadas, al tiempo que una gran capacidad analítica y de negociación, visión estratégica y liderazgo para manejarse en situaciones complejas y multinivel. Deberán generar confianza, conectar con la gente, comunicar estratégicamente y tener pies férreos en la tierra. Humildad y honestidad serán clave.
La prosperidad y estabilidad del país son elementos esenciales para un entorno de estabilidad y prosperidad regional. Debemos trabajar para estabilizar a Colombia y que el hemisferio vuelva a ser grande. Colombia para todos los colombianos.
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