Las crisis del Siglo XXI y los cambios que se producen en la política global

Luisondome

Imagen: Depositphotos

Desde que entramos en el Siglo XXI, hemos visto como en algunos de los países más importantes del mundo, Rusia, EE UU, China, llegaban al poder líderes como Vladímir Putin, Donald Trump o Xi Jinping. En el caso de Rusia y China, Putin y Xi lideraban y lideran regímenes autoritarios. En el caso de Trump, el populismo y el liberalismo extremo fueron las banderas  de su mandato, y el poco respeto por las tradiciones democráticas, sobre todo las que pudieran hacerle daño a él, o le impidieran manejar el poder a su antojo. 

 

También este tipo de liderazgos encuentran gran recorrido en las democracias liberales y tienen capacidad para minar sus fundamentos. Es e caso del Reino Unido de Boris Johnson y su gestión caótica del Brexit, un buen ejemplo de este modo de hacer política que produce democracias cada vez más imperfectas y autocracias más perfectas, con resultados que no han sido nada buenos para su país, que sale debilitado del envite.

 

En el último libro de Gideon Rachman, La era de los líderes autoritarios, el periodista británico estudia este fenómeno, que se repite en esta era de la política global y que se extiende por todo el orbe a países en crisis como si fuera una pandemia. Como explica el autor, los líderes en ascenso son nacionalistas y populistas a la vez, con un claro rechazo de las minorías y de la inmigración, que creen que invaden su país y se aprovechan de sus beneficios sociales. Alcanzan el poder tras ganar las elecciones en un momento de inestabilidad política y económica, con el argumento de representar al ciudadano de a pie con problemas de subsistencia prometiéndoles la solución de todos sus problemas, proponiendo una política puramente instintiva y muy mediatizada, basada en un peligroso culto a la figura del líder, eludiendo y liquidando toda disidencia a uno y otro lado,  y desafiando los contrapesos existentes en toda democracia consolidada, como es la separación de poderes, o el apropiamiento de las instituciones, para poder de esta manera manejar a su antojo el poder que se les dio sin limitación alguna.

 

Lo veremos en Argentina con la llegada de Miley a la Jefatura del Estado; lo estamos viendo en España con la política de cesiones constantes ante el independentismo catalán, para que estos apoyen al Gobierno del vanidoso Pedro Sánchez durante la legislatura. Lo vemos en los Países Bajos con su nuevo liderazgo de extrema derecha, y antes en Italia, con el ascenso de la ultraderecha al poder.

 

La ventaja comparativa de las democracias liberales frente a este tipo de fenómenos tan disruptivos es que están diseñadas para limitar el poder y frenar los abusos perpetrados desde el gobierno. De este modo, un líder como Donald Trump, admirador confeso de Xi y Putin, no ha podido hacer más daño en cuatro años a la convivencia democrática de Estados Unidos gracias a la fuerza de contención de los contrapesos democráticos. Está por ver cómo podría ser su eventual segundo mandato, al que llegaría en 2024 si gana las elecciones, pero con más ganas de revancha que nunca, ajustando las cuentas para quitárselos de en medio a quienes se opongan a él.

 

En Europa sin ir mas lejos, existe una gran tensión entre nacionalismo y civilización. Pero a pesar de todo, hay un aceptable nivel de colaboración entre los partidos, de tal manera, que a pesar de su radical nacionalismo, los partidos de extrema derecha pueden cooperar entre sí con bastante eficacia, y algunos incluso podrían estar dispuestos a aceptar una mayor integración, por ejemplo en política migratoria, siempre que sea en sus propios términos.

 

La ultraderecha europea a adaptado su estrategia a la nueva situación en el continente. Problemas como la migración, la penetración del islamismo en el territorio, las cuestiones identitarias en algunos países europeos como España, hacen posible el crecimiento de los partidos que representan estas tendencias, porque se vuelven mas atractivas para los votantes de centro derecha. Ya la ultraderecha no es tan euroesceptica como antes. Donde gobiernan, como en la Italia de Meloni, buscan la cooperación con Europa, mas que el enfrentamiento, como en el caso de Viktor Orban, el lider húngaro.

 

Incluso lo vemos en el Reino Unido, donde las encuestas indican que si hoy se repitiera el referéndum que llevó al país al Brexit, votarían los ingleses la vuelta a Europa. El crecimiento del populismo de derechas a costa del centro y del centro derecha es debido a la asunción de algunos elementos de su agenda política; promueven entre ambos un intercambio por el que la ultraderecha acepta algunos planteamientos de la política de la Unión Europea, a la vez que la derecha tradicional radicalizaría sus posiciones en materia de inmigración, de cultura y de identidad. La moderación en los comportamientos de los políticos de la extrema derecha, de sus propuestas y de su discurso, ya no produce tanto temor en la población y en el centro derecha, hasta tal punto que ya hay quien propone una alianza entre estas tendencias para enfrentarse juntas a las políticas de la izquierda.

 

Dice Hans Kundnani que "El acuerdo entre el centro derecha y la extrema derecha está produciendo una especie de versión "proeuropea" de las ideas y temas de la extrema derecha, centrada en la idea de una civilización europea amenazada, lo que denomina el giro civilizatorio del proyecto europeo. El alcance de esta toma de control de la UE por parte de la extrema derecha dependerá de si los "proeuropeos" que rechazan el pensamiento civilizatorio están dispuestos a oponerse a él o simplemente se dejan llevar por la corriente para mantener la unidad europea".

 

En esta tesitura, hasta algunos partidos de centro izquierda, como en el caso del alemán SPD, se plantean la posibilidad de contemplar acuerdos para conciliar sus políticas con las de los partidos de derechas y de extrema derecha que se avengan a ello, con el fin de facilitar la integración europea y la de asegurar un cierto grado de estabilidad en sus territorios. La trascendencia de la importancia de las crisis de todo tipo que nos acechan, y que las sociedades están soportando, hace de todo punto necesario un cierto grado de colaboración entre todo el espectro político.


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