El Duopolio Trump/Musk. Episodio 4: El caos como forma de gobernar. Hay algo mas siniestro en juego

Análisis político


Parece un hecho cierto que Elon Musk se ha apoderado del mecanismo interno del gobierno estadounidense en nombre del presidente Trump que le concede poderes extraordinarios. Cuentan los medios de comunicación que sus agentes se infiltraron en la Administración de Servicios Generales, accedieron al sistema nacional de emisión de pagos, rastrean las devoluciones de impuestos, bloquearon el acceso de los trabajadores a los sistemas informáticos de la Oficina de Gestión de Personal, y presionaron a la USAID para que detuviera las labores humanitarias en todo el mundo. Han prometido recortar drásticamente los presupuestos de investigación esenciales, sobre todo los relacionados con la investigacón en salud, y tienen en la mira a la Oficina para la Protección Financiera del Consumidor (CFPB). La imagen de portada de este artículo de Musk portando la motosierra que le regaló Milei, retrata perfectamente lo que Musk está haciendo en el Gobierno Federal: trocearlo para hacerlo pequeño.

Este artículo está fundamentado en otro de  publicado en NYT el pasado 13 de Febrero bajo el título de "Mira mas allá del caos de Elon Musk.Hay algo mas siniestro en juego". McMillan nos relata como "los votantes republicanos se apuntaron a El show de Trump: Edición Política. Musk está produciendo y distribuyendo ese espectáculo, un caótico fragmento tras otro", señalando que "en respuesta a una semana brutal para la democracia, los líderes demócratas en el Congreso realizaron una rueda de prensa. Chuck Schumer dirigió a los reunidos en un cántico: “Ganaremos”, decía, con las manos en alto junto a Maxine Waters. Elizabeth Warren hizo un buen trabajo explicando lo que significan los pagos para la gente común y corriente. Plantearon la toma del control del sistema de pagos del Departamento del Tesoro como un abuso de poder sin precedentes".

Así transcurría la campaña electoral de los republicanos para conquistar La Casa Blanca, pero los republicanos no podían limitarse a corear consignas. El partido tenía que actuar sobre lo que no es debatible: Trump ha dado poder a un actor extra-gubernamental de legalidad dudosa, "encomendándole la misión no solo desmantelar el gobierno federal, sino de desmoralizarlo a la vez", como nos sugiere McMillan.

McMillan, socióloga, profesora, columnista del Times, y crítica cultural conocida por sus incisivos ensayos sobre problemas sociales, cuenta como hasta ahora "la banda del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) de Musk ha superado a los demócratas y ha producido un melodrama gubernamental que confunde a algunos estadounidenses, pero que les da a sus seguidores lo que quieren. Asaltar cubículos anodinos como si fueran Waterloo genera caos y también satisface el deseo de los fans de asaltar, de manera vicaria, la sede del poder mundial. En Musk, Trump ha encontrado algo importante para su enfoque estilístico del autoritarismo. Él necesita a alguien sensacionalista que pueda generar contenido para nuestro entorno mediático". 

McMillan nos exlica que el DOGE es una máquina para destruir la democracia. Su objetivo es la estructura fundamental del gobierno, la infraestructura que hace que el Estado sea fiable y legítimo para millones de estadounidenses. Es también una máquina de propaganda y populismo, y este simplemente es el estilo de Trump, y que nos avisa de que "Musk es impredecible". Eso es cierto, pero no evalúa claramente la eficacia estratégica que tiene el utilizar maniobras teatrales, para que el saqueo y la destrucción parezca que es mas teatro que realidad. 

La estrategia del DOGE consiste en poner en la mira a una oficina que la mayoría de los estadounidenses solo conocen vagamente. Acto seguido, los agentes de Musk tachan a la oficina de villana en exagerados términos cómicos como que es “una organización criminal”. Así llamó Musk a la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). Luego el poder ejecutivo utiliza al DOGE para liquidarla.

Cuenta McMillan que "a los fans de Musk les encanta su narración del poder como una experiencia vicaria de dominio similar a un juego. A estos fans no les parecen caóticas ni confusas las peripecias del DOGE. En todo caso, el bombástico desprecio de las normas y leyes hace que el mundo les parezca más sensato. Lo que no entienden es el gobierno y la vida cívica. Musk les aclara un mundo aterrador, poniéndolo en términos que entienden. Malo. Bueno. Malvado. Villano. Matar. Ganar. Esto es propaganda, pero también es una hábil manipulación de contenidos en una cultura saturada de contenidos. Cada vez es más difícil escapar del cerrado mundo de la performatividad en dosis pequeñas que se siente como el mundo real. Todas nuestras emociones alimentan a las máquinas de contenido a las que no les importa lo que sentimos, solo que lo hacemos".

La compra de Twitter por parte de Musk se produjo con una escenificación similar. Primero hizo una oferta, después intentó echarse atrás, mientras sus seguidores en internet denostaban a la empresa de redes sociales tachandola de marxista y censora. Finalmente la compró.Ahora no, ahora si.

Tras completar su compra, todos vimos a Musk entrando en la sede de Twitter cargando un fregadero, en lo que parecía un meme de lo que pretendía hacer con la red, todo un mensaje que si bien parece absurdo o caótico para los de fuera, si que tiene perfecto sentido para los iniciados que conocen la historia de Musk. Quienes entendieron su gesto con el fregadero, pensaron que un mundo caótico tenía un poco más de sentido. Los demás se preguntaron qué hacía un multimillonario cargando con una pieza de porcelana.

Y eso es lo que Elon Musk hace muy bien. Convierte las artimañas corporativas despiadadas, en comunes compras de acciones y acuerdos financieros que normalmente solo saldrían de la prensa especializada, en contenido para sus seguidores y para la prensa generalista.

Nos explica McMillan que ahora está haciendo el mismo tipo de “caos como contenido” en el gobierno federal. Pero en este caso lo que está en juego es mucho más importante, y todo el alarde que hace Musk en redes sociales oculta lo que realmente está ocurriendo. "Pero el contenido no revela la maquinaria de la influencia", y añade que "los acuerdos firmados, los acuerdos de confidencialidad emitidos, las métricas usadas para medir el valor en dólares de la respuesta emocional del público. En la política, el contenido puede ocultar el dinero y el poder que están en juego".

Apunta McMillan que "El contenido se parece mucho a la vieja escuela de la propaganda política, pero a diferencia de esta, puede ser completamente capturado, su amplificación manipulada y la respuesta monetizada", pero acto seguido argumenta que "puede parecer información, aunque transmite poco significado real, pero el problema del contenido no es que sea intrínsecamente vacío o falso, sino que genera emociones reales, y cuando se trata de la vida cívica, hace todo lo que está a su alcance para evitar que emprendas cualquier acción que vaya más allá de sus intereses económicos".

Cada vez está más claro que este caos impulsado por el contenido va a ser el modus operandi del Trump 2.0, algo que puede haber aprendido en su primer mandato porque hay un precio político por no dar suficiente contenido a tus leales que son los que le sostienen.

Desde entonces, ha tenido cuatro años para perfeccionar su estrategia. "El caos es fundamental en su despliegue de poder ejecutivo sin restricciones", nos dice McMillan, "pero el caos debe cuidarse, como un fuego. Necesita la cantidad adecuada de oxígeno constante para seguir ardiendo". Pues esa es la utilidad de Musk para Trump. Está dispuesto a darle poder para que de manera constante tome las decisiones en el DOGE  sobre la burocracia como contenido para la audiencia republicana. 

Musk, a pesar de todas sus payasadas, ahora ocupa un cargo que se alinea con su experiencia tecnológica, sus contactos, sus rencores y sus intereses financieros. Sus decisiones pueden ser un intento de desmantelar el USAID una semana y la CFPB la siguiente. Pero si miramos detrás de la caótica fachada del contenido, descubriremos una toma de control estratégica de los intereses nacionales que demolerá la funcionalidad del Estado de un modo que beneficiará a aquellos que blanden el martillo. Están adaptando el país a su forma de verlo.

Lo que tenemos es un presidente emperador que hizo su carrera como promotor inmobiliario, y un valido empoderado que dirige el gobierno federal para actuar con rapidez y romper cosas. Como dice McMilan, "es una política de socialismo para mi y escasez para ti: buscar contratos gubernamentales mientras, al mismo tiempo, se socava la capacidad del gobierno para pagar sus cuentas".

El caos busca apagar el pensamiento y el sentimiento atrapándonos en el estado emocional determinado en el que pretenden encerrarnos. "Los insultos, la grosería, el infantilismo y la mezquindad ponen a la defensiva a quienes no queremos ser la audiencia de Twitch del contenido de Trump y Musk" dice McMillan, y añade: "Mirar hacia otro lado nos ayudaría a conservar la cordura. Pero la política secreta del contenido es que quiere que desviemos la mirada mientras trabaja sobre aquellos que no lo hacen".

Remata su artículo McMillan afirmando que si bien "se reconoce que el caos es humo, el asalto es el fuego. No mires hacia otro lado. Mira a través del humo para ver qué está siendo tomado, redefinido y reasignado. Deja de señalar la hipocresía. A la otra parte no le importa. Su contenido hace que se sientan poderosos, pero la acción es el único poder real".

El artículo original se puede leer en NYT

Próximo episodio: Trump está politizando peligrosamente a los ejércitos de los EE UU



 

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