El duopolio Trump/Musk. Episodio 6: El control y el dominio de la Economía
Análisis Político
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Foto: Getty Images |
Por Luis Domenech
Hay un contrasentido en lo que El Duopolio pretende hacer durante su mandato. Por un lado, quiere encerrar su economía protegiendola poniendo aranceles a todo lo que le moleste, mientras que por otro lado, pretende expandir el país anexionándose territorios porque le interesan sus recursos naturales, o por interés geopolítico y de defensa. Encerraese y expandirse a la vez.
Las recientes declaraciones de Trump han emocionado a su base, y a los entusiastas del MAGA que utilizan las redes sociales para difundir planes de batalla para apoderarse de Canadá y ampliar el mapa de unos Estados Unidos que se extienden desde el Ártico hasta Panamá. Pero Trump también está recordando a los fundadores, muchos de los cuales pensaban de forma similar, que Estados Unidos tenía que expandirse para prosperar.
Ambiciona las tierras raras de determinados países, y algunas playas en soleadas costas como las de Gaza para levantar lujosos hoteles y resorts. Quizás un Mar-a-Lago mediterráneo al estilo del que ya tiene en Palm Beach. La táctica imperial de Trump parece un intento de salir del punto
muerto en que cree que se encuentra su país afirmando que no hay límites, que el país sí tiene un futuro.
¿Queremos Groenlandia? Tomemos Groenlandia. ¿Queremos Canadá? Pues extendamos nuestra frontera hacia el norte.
Durante las dos últimas décadas, Estados Unidos ha generado un arsenal sin precedentes de herramientas de seguridad económica que han anclado la política exterior estadounidense.
Dicen los profesores Henry J. Farrell, de la Universidad Johns Hopkins, y Abraham L. Newman, de la Universidad de Georgetown, autores del artículo publicado en NYT bajo el título "Trump destruirá la maquinaria del poder económico de EE UU" que "los gobiernos republicanos y demócratas desarrollaron en conjunto una visión compartida del mundo y de la mejor manera de defender los intereses de Estados Unidos. Los responsables de la seguridad económica trabajaron en los diferentes gobiernos, forjando poco a poco grandes ambiciones de un orden mundial basado en sanciones financieras, controles de las exportaciones y el desarrollo de tecnologías cruciales. Cada gobierno nuevo fortalecía las herramientas económicas que heredaba del anterior y alentaba a sus sucesores a seguir construyendo las estructuras del poder económico estadounidense".
Ahora con el duopolio en el poder, estamos
a punto de descubrir lo que pasa cuando esas estructuras son
controladas por un gobierno disruptivo, y lo que pasa cuando ese
gobierno hereda las armas sin el sentido de la responsabilidad que los que las elaboraron, pensaban que tendrían aquellos que las fueran a poner en práctica. Así lo pensaron, pero no es así como está sucediendo.
Aseguran Farrel y Newman que "todavía hay tecnócratas tradicionales de la seguridad económica en el nuevo gobierno de Donald Trump, pero solo son una facción, que compite con otras: los entusiastas de las criptomonedas, los impulsores de Wall Street y los partidarios de la postura “America First” (Estados Unidos primero)". Si a esta pugna le sumamos las peleas del presidente Trump con otros países a través de redes sociales y medios de comunicación, podríamos encontrarnos ante el comienzo de un mundo en el que los países se desvinculen de la dependencia de Estados Unidos, mientras su maquinaria de poder comienza a oxidarse desde adentro.
Sin embargo, Trump mostró su propio enfoque de la política y los asuntos mundiales. Colombia era uno de los aliados latinoamericanos más estrechos de Estados Unidos. Cuando se negó a aceptar dos aviones militares con deportados, Trump anunció que impondría sanciones totales “del Tesoro, bancarias y financieras”, así como aranceles del 50 por ciento a todos los productos colombianos en el plazo de una semana. La amenaza fue contundente, y tuvo su efecto, pues el presidente de Colombia respondió con su propia diatriba en internet, y después un arreglo sobre la marcha permitió salvar las apariencias puso fin a la pelea. Adiós al acuerdo político que se había gestado durante décadas; en su lugar, una publicación de 190 palabras en Truth Social resolvió el asunto.
Viendo lo que paso con Colombia un país aliado de los EE UU, cuando su Presidente Gustavo Petro se negó a aceptar dos aviones militares con deportados, y Trump anunció que impondría sanciones totales “del Tesoro, bancarias y financieras”, así como aranceles del 50 por ciento a todos los productos colombianos en el plazo de una semana, otros países habrán tomado nota y habran repensado si merecería la pena contrariar a Trump. Ahora es posible que, a corto plazo, estén más dispuestos a darle a Trump lo que quiere. A largo plazo, tendrán motivos de sobra para alejarse de un gobierno de Estados Unidos que parece dispuesto a aplastar la economía de un aliado por capricho. Las fanfarronadas de Trump se vieron más como la diplomacia de cañoneras del siglo XIX que como un cálculo estratégico.
Veamos ahora lo que pasa con el sistema financiero. Dicen Newman y Farrell que "tras los atentados del 11 de septiembre, miembros de ambos partidos se dieron cuenta de que un aparato financiero global en gran parte no regulado amenazaba la seguridad de Estados Unidos. El dólar estadounidense sustentaba un sistema en el que los terroristas y los Estados fuera de la ley, como Corea del Norte, podían enviar y recibir dinero fácilmente a través de las fronteras".
Todos hemos visto como el Departamento del Tesoro empezó a convertir el dólar en un sistema de poder mundial, imponiendo sanciones a empresas y bancos por blanqueo de dinero o narcotráfico, bloqueando a personas como los oligarcas rusos, e incluso a países enteros como Rusia o Irán. Se tardó más en enfocar su atención en la tecnología, pero en el segundo gobierno de Obama, la Oficina de Industria y Seguridad del Departamento de Comercio ya estaba desarrollando controles a la exportación y medidas afines que no solo aislaban a países como Irán, sino que también podían utilizarse contra empresas extranjeras como la china ZTE, que burlaba las reglas de Estados Unidos al tiempo que dependía de la tecnología del país. Pocas personas ajenas a ese campo le prestaron atención a este asunto. Solo los especialistas entendieron que Estados Unidos estaba remodelando lentamente la economía mundial en torno a sus intereses de seguridad, acumulando acción tras acción para construir una vasta maquinaria de coacción.
Cuando Trump llegó al poder en 2017, en su primera legislatura este sistema no cambió tanto como se esperaba. Su anterior amenaza de imponer sanciones a los aliados hizo que el poder económico estadounidense fuera mucho más visible y polémico. Sin embargo, Trump con frecuencia se vio frustrado por sus propios altos funcionarios, quienes a menudo bloqueaban las acciones que temían pudieran socavar los intereses de Estados Unidos. Cuentan Farrell y Newman que "los funcionarios de nivel intermedio guiaron la política a través de las tormentas de tuits de Trump, y sus improvisaciones llevaron incluso al descubrimiento de una nueva arma económica, y que el deseo de Trump de presionar a China para que hiciera concesiones comerciales hizo que se ampliaran los controles a la exportación, de modo que pudieran utilizarse contra empresas extranjeras que solo estuvieran relacionadas con la economía estadounidense de manera indirecta".
Trump prometió a sus votantes “perseguir nuestro Destino Manifiesto hasta las estrellas”, incluso
“hasta Marte”. Pero lo hace con ese estilo suyo que ha perfeccionado hasta el punto que hace que las ideas convencionales suenen extravagantes.
Es conocido que Trump tiene un interés especial por las criptomonedas, prometiendo hacer de este recurso financiero una prioridad políica nacional. Creó su propia moneda meme, nombró a un criptoinversor, David Sacks, “zar de las criptomonedas y la inteligencia artificial”, y designó como secretario de Comercio a Howard Lutnick, cuya empresa, Cantor Fitzgerald, ha sido una de las principales promotoras de la criptomoneda estable Tether.
Pero los intereses de las criptomonedas están en conflicto con el poder financiero y tecnológico estadonidense. Las criptomonedas facilitan a los Estados que las utilizan el movimiento transfronterizo de dinero y prometen una descentralización tecnológica puede ofrecer alternativas al poder y al control gubernamental. Los bancos tradicionales se preocupan por las posibles repercusiones de la falta de control de los servicios de criptomonedas sobre el lavado de dinero y la aplicación de sanciones financieras. Hay países en los que estas criptomonedas han progresado: desde el 32% Nigeria, el 20% Filipinas, el16% Turquía hasta el 7% de China 0 eo 6% de los EE UU
Con los semiconductores y la IA, habrá batallas similares. Los halcones de la seguridad nacional del nuevo gobierno quieren mantener la IA bajo el control de Estados Unidos y limitar el acceso de los extranjeros a los semiconductores más poderosos, como son los de la empresa estadounidense NVidia. Pero las empresas de IA y los productores de semiconductores están realizando inversiones en influencia: quieren que sus enormes apuestas financieras en centros de datos e instalaciones de fabricación den sus frutos, además los fabricantes de semiconductores sospechan que China ha encontrado el modo de seguir obteniendo dichos semiconductores y Chips avanzados.
Las empresas de IA suelen ser optimistas respecto a los controles a la exportación (que perjudican a sus competidores chinos) y desean menos regulaciones y restricciones sobre la IA. Por el contrario, las empresas de semiconductores están mucho más preocupadas por los controles a la exportación, que limitan enormemente su acceso a los mercados mundiales.
Es probable que los países y las empresas rindan pleitesía a Trump como hizo Colombia o TikTok, o finjan hacerlo para evitar aranceles, sanciones y controles a la exportación. Pero también sus mandatarios sabrán que Estados Unidos ya no es del todo fiable. Farrell y Newman aseguran que "es probable que se vean perjudicados no solo por las acciones deliberadas de Trump, sino también por los errores en política exterior que proliferan a medida que el Estado administrativo del país se marchita desde adentro. Es probable que veamos la erosión de los mercados que sustentan la fortaleza de Estados Unidos, a medida que los tributos unidireccionales desplacen a las relaciones bilaterales en un mundo multilateral. Las empresas globales diversificarán sus cadenas de suministro, aplicando a la exposición estadounidense los mismos cálculos de riesgo que antes aplicaban a los tratos con cleptócratas de poca monta".
Ambos autores sentencian que "a los adversarios de Estados Unidos durante mucho tiempo les ha resultado difícil convencer a los aliados del país para que deserten de las redes económicas estadounidenses, pero que el segundo mandato de Trump ha cambiado sus cálculos; ahora incluso los aliados europeos hablan, discretamente, de acercarse a China. Cada vez es más difícil ver los beneficios que obtienen de sus vínculos con Estados Unidos, y cada vez es más fácil ver los costos".
Pero ahora Trump está operando en un mundo muy distinto, pues su país
ha sido testigo guerras traumatizantes, una clase media reducida, una deuda
personal paralizante, tecnología distópica, catástrofes climáticas en
serie, niveles de concentración de la riqueza propios de otros tiempos,
una esperanza de vida estancada con una tasa de mortalidad juvenil alarmantemente alta: todo ello se ha combinado para crear una sensación de parálisis política.
Donald Trump ganó dos veces la Casa Blanca con la promesa de cerrar la frontera. Ahora se pone poético con la reapertura de la frontera, cuyo “espíritu”, dijo ayer en su segundo discurso de investidura, “está escrito en nuestros corazones”. Este mes ha hablado de comprar Groenlandia a Dinamarca, anexionar Canadá, recuperar el canal de Panamá y renombrar el golfo de México como golfo de América. “Qué nombre tan bonito”, dijo Trump, pronunciando la frase con énfasis en la última sílaba: a-me-ri-CA, no A-ME-ri-ca.
Dice Greg Granding, Profesor de Historia en la Universidad de Yale, que "este giro expansionista es sorprendente para un político más conocido por querer que la nación se atrinchere tras un muro fronterizo. Pero Trump es inteligente. Sabe, al parecer, que el nacionalismo enojado y encerrado en sí mismo que le hizo ganar el cargo puede ser autodestructivo, como lo fue durante su asediado primer mandato. Por tanto, estos llamamientos —a hacer que Estados Unidos no solo sea grandioso, sino también más grande en tamaño— se basan en una corriente de patriotismo más vigorizante: una visión de unos Estados Unidos en continuo crecimiento, en continuo movimiento hacia el exterior".
Para Trump, la apertura de mercados para las exportaciones estadounidenses, las guerras para librar al mundo de males, la movilidad ascendente, una clase media creciente, mas la ciencia y la tecnología, son la vía por la que los EE UU podrá expandirse.
Trump aprovecha esta historia social e intelectual, prometiendo “perseguir nuestro Destino Manifiesto hasta las estrellas”, incluso “hasta Marte”. Pero lo hace con ese estilo suyo que ha perfeccionado desde su primer mandato, que hace que las ideas convencionales suenen extravagantes.
Puede que sus detractores se burlen de la idea de anexionar Groenlandia. Pero, como afirma Granding, "resulta que tal anexión ha sido durante mucho tiempo un objetivo de los políticos estadounidenses, al menos desde 1867, cuando el secretario de Estado William Seward, poco después de comprar Alaska, consideró comprar la isla —e Islandia— a Dinamarca. Franklin D. Roosevelt le echó el ojo a la isla, y tras su muerte, la administración Truman, en 1946, ofreció a Copenhague 100 millones de dólares por Groenlandia. Los daneses declinaron la oferta". C. L. Sulzberger escribió en 1975 que“Groenlandia debe considerarse cubierta por” la Doctrina Monroe, es decir, plenamente dentro del perímetro de seguridad de Estados Unidos.
En cuanto a la idea de Trump de añadir más estrellas a la bandera, William Kristol, un conservador del movimiento Never Trump, está de acuerdo con la idea, y ha sugerido que Cuba también podría convertirse en un Estado. Publicó en un tuit poco después de que Trump saliera de la Casa Blanca en 2021: “60 años con 50 estados es suficiente”. Y ahora aquí está el propio Trump, triunfante en su regreso y pregonando el crecimiento.
Las fantasías
agresivas de anexión de Trump —sus amenazas de ampliar “nuestro
territorio”, señalando la posibilidad como afirmó recientmente "de utilizar aranceles punitivos o la
fuerza militar para reordenar las fronteras del mundo" dice lo
contrario. A pesar del tono altisonante de su discurso inaugural, aún
quedaba mucha amenaza ofendida: “No nos conquistarán”, dijo, “no nos
intimidarán”. Está enviando una clara señal de que el dominio, y no el
mutualismo, es el nuevo principio organizador del mundo y de que la
doctrina de la conquista, que se creía caduca, sigue siendo válida. Si esta doctrina es válida para la Rusia de Putin, ¿por que no lo ha de ser a la vez para los EE UU de Trump?
Es
verdad, el mundo está plagado de guerras salvajes. Los grandes
estrategas actuales, incluidos quienes guiaron el gobierno de Biden, no
ven las guerras como algo a lo que hay que poner fin, sino como
oportunidades para crear esferas de influencia y mejorar su posición dominante en el mundo.
En cuanto a China, Trump piensa que hay que continuar haciendo esfuerzos para contener a Pekín, pues ha aumentado la probabilidad de conflicto, especialmente en torno a Taiwán o el Mar de China Meridional. "Con la invasión rusa de Ucrania, con el asalto de Israel no solo a Gaza, sino también a Líbano y Siria, y con nuestras propias intervenciones militares en Afganistán, Irak, Libia, Siria y otros lugares”, escribió el teórico jurídico Eric Posner, “estamos rodeados de las ruinas del derecho internacional”.
Así pues, las reflexiones imperialistas de Trump no están marcando tanto el ritmo como legitimando algo que ya existe: un nuevo orden mundial en el que se espera la agresión.
Con su lenguaje desinhibido y su interés en provocar a los aliados y obligarlos a participar en juegos infantiles de dominación, como está haciendo con Canadá, Dinamarca y Panamá, está aumentando la volatilidad de un mundo ya de por sí volátil.
Una lección que nos enseña el pasado,
especialmente el pasado imperialista al que Trump está recurriendo, es
que abrir el tipo de equilibrio de poder beligerante y diversos frentes
que opera hoy en día —Estados Unidos presionando contra China,
presionando contra Rusia, y todos los países, en todas partes, tratando
de sacar ventaja— conducirá a más confrontación, más riesgo, y más guerra, bien sea comercial o de la otra.
Fuente: NYT
Próximo Episodio: ¿Es posible conciliar la geopolítica del Duopolio con la Europea?
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